lunes, 24 de septiembre de 2012

RICARDO H. HERRERA (BUENOS AIRES,1949)




1


Un día los presagios enmudecen.
En el sopor del tiempo se adormecen
las voces del jardín.Las susurrantes
hojas del árbol callan.Ultrajantes,
sin secreto, nos miran las esfinges
del sol y de la luna.Si bien finges
que nada ha sucedido,ya estás muerto;
condenado a vagar por un desierto
que arrasa la esperanza y donde el día
se persigue a sí mismo en tu agonía.
Allí, sola, tu vida arriesga su alma
con las palabras.Por la tensa calma
se propaga el suplicio de la espera :
obtener luz donde hay sólo ceguera.



2


El papel, una escena simple y trágica.
Soledad y silencio, a veces mágica
poesía natural.Este es mi pan :
el miedo y la ternura cuando están
vueltos al infinito.Pero ahora
todo calla.La noche no atesora
ni sueños ni deseos.Vuelve el día
y su esplendor no es más que otra ironía
del tiempo. ¡Huir, huir de lo que empieza!
Y me aferro a la silla y a la mesa
buscando lo imposible : que mi vida
acepte este vivir en despedida.
Crece la muerte.Anoto en mi cuaderno
la imagen desolada del invierno.


4


Quizá es sólo espejismo, lejanía
a la que nunca llego. La poesía
se ha vuelto tan difícil como ser.
Igual a la lectora de Vermeer,
ella aguarda en silencio en el desierto
de la ruina del tiempo.Porque es cierto,
no hay palabras que digan nuestra muerte.
Inmóvil y desnuda, en sueños vierte
la luz de la atención. Y su belleza,
absorta en el olvido,me atraviesa
transformada en espera, en incolora
madrugada de invierno.Ya no hay hora,
en medio del error y del fracaso
que no lleve el recuerdo de su paso.



de Imágenes del silencio cotidiano 1998-1999,según la versión que aparece en El espíritu del páramo - Cien poemas - 1977-2009 , Ediciones Del Copista, Córdoba, 2011.

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