miércoles, 29 de junio de 2011

JORGE MONTELEONE (BUENOS AIRES,1957)




ELEGÍA ROMANA

Esa hora diurna
no fue el tiempo de la antigüedad
sino la hora sumergida
en el día prístino de Roma,
la luz romana que expandía
las paredes ocres, rojizas y amarillentas.
Todo era el pasado para mí
y al caminar por la vía Salaria
los pasos de aquellos que retornaban antes de Cristo
a comprar la sal
trazaban su historia incalculable.
En el número 430
estaba la casa bajo la cual se hallaban
las catacumbas de Priscilla.

Flores y hojas pulposas del jardín,
verano renacido, fiebre altiva,
linde claustral de la luz del verano,
linde final del tiempo
donde aún no ha llegado
el tiempo verdadero del origen.

Yo, el temeroso de los cementerios,
quise hundirme en aquel camposanto
cavado bajo tierra
con aquellos turistas distraídos
de la infinita amenaza del cielo.
Una monja anciana, con un báculo,
se acercó para ofrecer su guía
y preferí confiar mi ignorancia a su fe
en la diminuta paz de los misales.

Y entonces descendí a las catacumbas de Priscilla. 

Una escalera en caracol, estrecha y empinada,
salvada apenas por la pobre luz de una lámpara
conducía a esa tierra helada del tránsito.
Antes que la conciencia, el cuerpo
en la inmediata penumbra
ya olvidaba el verano de Roma
y lentamente se enfriaba
y comenzaba a percibir
el débil llamamiento de la materia
hacia un estado anterior,
inanimado.

Recorrimos los pasillos de tierra
guiados por la monja,
rodeados por los antiguos sepulcros
—los sencillos espacios vacíos y rectangulares
cavados en el blando suelo de Roma
donde fueron inhumados
los primeros cristianos.

¿Hay aire más desasido
que el aire dejado por un muerto?

Ya estaban aquí cuando Pablo
llegó a Roma encadenado
y sabían que sus dones serían
tribulación y angustia
asesinato y hambre y desnudez y cuchillos
y por su causa morirían
corderos de la ira nimbados de oro
en fe de lodo:
silenciosamente llegaban a enterrarlos,
los envuelven en lienzos de la gracia
y alzan sus despojos
más bellos que la belleza
y se recluyen en el mutismo
del reconocimiento
los perseguidos bajo la noche
alucinada del martirio.

Y al bajar a la honda galería
en la tierra caliza nos rodeaban
los lóculos vacíos, superpuestos:
los nombres amarillos
que aromaban la luz de los candiles
ya no tiemblan siquiera en la morada
del lento claroscuro:
el aire, frío.
—¿acaso hay aire
más
desasido
que el aire dejado por un muerto?

Nos detuvimos en un pequeño aposento
cuyas paredes tenían frescos pintados.
Era la capilla de una familia.
Nos acercamos como sombras
y la monja encendió unas luces.
Distinguimos así, con nitidez,
los frescos.
Representaban la vida de una difunta
que había sido sepultada allí,
la vida que apenas regresaba
en los suaves colores olvidados:
rojos, ocres, amarillos.

Eran tres las escenas.
En la imagen izquierda la mujer casadera
se halla junto a un obispo que bendice su boda
y un joven a su lado le da un velo nupcial.
A la derecha, ella ya había sido madre:
tiene a su hijito en brazos,
tenue y reconcentrada.
La figura del centro era grandiosa.
En purpurada túnica,
ella abría los brazos como una alta orante,
cubierta la cabeza con un velo,
ya después de la muerte,
en la gloria de la resurrección.

Y al mirar su cara la reconocí.

Como cuando en un cuarto
mudo y oscurecido,
un haz de luz ansioso
golpea ojos dormidos
desperté a la señal:
yo vi en aquella imagen
de la pared central
algo vertiginoso,
familiar, preterido

. 
Y al mirar tu cara te reconocí.

Cercana se vuelve
en aquel reflejo
tu cara que era
mi primer espejo.

Cuando mi madre murió
supe que no era el dolor lo que persistiría,
sino la idea intolerable
de que el infinito
era la vasta medida de la separación.
Y ahora el infinito
se volvía cercano.

Y en la fugacidad de aquel instante pleno
fuiste, transfigurada, la difunta del fresco:
allí veía tu boda, velación para el padre,
y tu maternidad, cuando me llamó el mundo.
Orabas, madre, allí
antes del día ciego
en que tu mano a mí me cerraba los ojos
hasta verte de nuevo traída por los siglos.

Una mujer cristiana murió un día remoto
y luego la pintaron para que a mí volvieras
y allí fue sepultada
y su cuerpo en el aire
dejó de ser. Y un día
las edades del mundo
de una hora cualquiera
guardaron estos frescos a tu hijo extraviado
que atravesó el océano,
bajó a las catacumbas,
mientras el tiempo fluía en las aguas del Tíber.

Éste ha sido de nuevo el día del origen
éste ha sido de nuevo el día de mi origen
y yo estoy aquí donde fui abandonado
mientras aquel verano estallaba de frutas
y yo estoy aquí donde fui abandonado
naciendo entre los muertos
mirándote de nuevo
mirándote a los ojos.

domingo, 26 de junio de 2011

CARLOS SCHILLING (SUNCHALES, PROVINCIA DE SANTA FE , 1965)

Ahora mismo empieza la canción
de las últimas horas y las voces
que la cantan parecen ser tu voz,
tu propia voz, la voz de las mujeres
y los hombres que no pudiste ser,
que no quisiste ser, la voz que ladra,
la voz que muge, la negada voz
que surge como baba de tu boca
que es la boca de nadie, sin palabras,
sin música y sin aire, despojada
también de toda carne que no sea
la carne ya mordida de tu lengua,
más amarga y más dura que la roca,
cuando muda repite la canción
de las últimas horas, la canción
que no te nombra, la canción final
para los huesos nunca sepultados
de las vacas, los perros, las mujeres
y los hombres que no pudiste ser,
que no quisiste ser, y te transforma,
te anula y te transforma en el silencio
de un planeta lejano, no visible
desde la Tierra, donde sólo puede
haber viento que choca contra el viento,
niebla y gases que forman remolinos,
un planeta desviado de su órbita
original y sin un sol que guíe
su caída hacia qué galaxias nunca
nombradas, nunca vistas por tus ojos,
más allá, más abajo, más adentro, 
donde ahora comienza la canción
de las últimas horas y en ninguna
voz persiste el sonido de tu voz.


 **********
           



Hoy quisiera saber por qué tu cuerpo
acepta más vestido que desnudo
este abrazo del viento, este llamado
urgente de ninguna voz, y cambia
su forma humana por la forma tensa
y oscura de las ramas que golpean
contra el muro y se doblan y se quiebran
y ofrecen su estallido de mil hojas
a este instante fugaz de negación
de mí mismo, quisiera comprender
qué lejos he llegado en el camino
hacia ninguna parte si la savia
se ha tornado tu sangre y la corteza,
tu piel; pero no puedo, ya no puedo
oír en las palabras que te digo
para reconocerme el balbuceo
de una conciencia que también sería
tu conciencia, no puedo suponer
que me invoca a través de la tormenta
y que el golpe de ramas contra el muro
junto al verde estallido de las hojas 
son tal vez las maneras de expresar
tu propia vida fuera de mi carne,
como un fantasma, como un cuerpo ajeno
a mi cuerpo que trata de imponerse
más allá de mis huesos, más allá
de la red de mis venas, más allá
del aire que respiro, y encarnar
ya no sólo en un árbol, sino en todas
las formas que el espacio le concede
a este instante que ahora acepta en mí
el abrazo del viento y el llamado
urgente de ninguna voz humana...




     **********            



Principios y finales de verano
cuando el tiempo parece consumirse
en rápidos fulgores de criaturas
que se arrojan al agua o se desnudan
en los clubes, y son mujeres, niños,
perros, voces, indicios de una vida
posible que se explica fugazmente
a sí misma y no logra convencerse
de que es mejor un golpe de tormenta,
una noche creada en pleno día,
para entender al sol y descubrir,
en los cuerpos dorados y adorados
que revela, la sombra de un eclipse
interior, una mancha imperceptible
en las radiografías, no un tumor,
no una infección, ninguna enfermedad
incurable, tan sólo la amenaza
latente de que el tiempo cambie voces
por gritos, perros por jaurías, niños
por bestias o mujeres por fantasmas,
y que toda señal de vida ajena
se borre tras la lluvia, sepultada
en el barro, disuelta en la corriente
turbia de los canales, menos, menos
que materia, conciencia que no puede
encarnar en ninguna forma viva
y se despoja y se divide y busca
verbos para nombrar el mismo aire
donde se desvanece como un sueño,
como el sueño de ser esas criaturas
que se arrojan al agua o se desnudan
en los clubes, y quién, quién no diría
que son mujeres, niños, perros, voces...


de Confesiones impersonales,Alción Editora,Córdoba,2010

sábado, 18 de junio de 2011

Marcelo Carnero ( Buenos Aires, 1978)


Hablar 

sobre todo con los muertos

ya que somos criaturas diminutas

y el silencio una casa

demasiado grande.


*****

Hurgar con boca abierta la usura

y no saber qué hacer con el amor

¿De la piedra,en la piedra
siempre hay una palabra?

No sólo la memoria se aprende.


*****

No es de agua esta noche

la lluvia

es un símbolo quieto que surge

y se deshace

como si la posibilidad de caer

fuera la última

Y es distinta esta hora donde no espera nadie

y la pregunta insiste

disminuye su espejo como una luz vacía

agua que se hace astillas

como si fuera dado

repetir

el silencio.


de Sentido de la oración, Abeja Reina, Buenos Aires, 2010







Marcelo Torelli ( Córdoba,1964 - 1988 )



Entre yo y yo
El enemigo.


*****

Un caballo en la noche
que se llama dolotr
ha hecho
que la hierba de la muerte
crezca.

*****

Se acallaron las voces del infierno;
Dante sigue ardiendo.


de El mago y otros poemas,Ediciones Mediterráneas,Córdoba,1989


Victoria Schcolnik (Buenos Aires,1984)



esta noche me he quedado
entre los grillos
la oscuridad no termina de cerrarse
ataca sonido por sonido y no yace

¿tan aferrad está la noche
al rezo de los insectos?

tus ojos están secos, tu cuerpo
es una piedra que mañana
será guardada en un bolsillo


*****

cada vez que siento una presencia, me doy vuelta
como si yo fuese
un objeto al que se le acercan sin tocarlo jamás

*****

si pudiera darle a las palabras la forma
de las curvas en las hojas

tal vez dejaría de sentir el tirón
de lo que es arrancado antes de caer

*****

hay días largos
cuando a las plantas les crece el primer brote
y los emigrantes se van,

las ramas de los árboles ya no resisten el peso

en la pausa
una mano ofrenda granitos de arena
a una mano más pequeña

después,está la música

*****

las florcitas silvestres
flotan

se acumulan,
como un residuo acuático
del viento

qué sabrán de la flotación

cuando miro a lo frágil apoyarse sobre lo frágil
reconozco en esa leve fricción
la forma en que mis manos esperan
sostener alguna gracia


de el refugio, Abeja Reina, Buenos Aires, 2008


sábado, 11 de junio de 2011

FERNANDO BELLINO ( BUENOS AIRES,1973)

 
 
Salvedad


Acá
lo que importa
asunto serio
pasadizo
es la risa
aún leve
ya internacional
que ladea
ladeará
a toda la miseria.


Mañana de enero


Vimos un nido
atraer a una paloma
con una ramita
en el pico,llevando.
Sí,pájaros,son pájaros,
le digo:escuchá.
Y el mira,y nos miramos
en nuestro patio
del mundo.


Tonada


No hay estética,no hay error :
Sostengo en una mano
un globo de color
fuego en la otra.
Me empecino
en que todo salga bien
y nada de eso es cierto:
soplo y fumo
y mis hijos ríen
y yo reímos
y entonces
no hay belleza
no hay verdad
-las dos son una-
hay música
mucha música
del lugar.


de crías nuevas, Editorial Gráfica 29 de mayo - Pan Comido Ediciones, Córdoba, 2011

JULIO CASTELLANOS (CÓRDOBA,1947)


Padre


I


Ha sido vencido por el fuego.
No están sus paso,ni su voz;
no el eco de sus gestos, ya borrosos.

Todo mi padre cabe en una caja pequeña
y en un número preciso, ahogado.

Si viviera, hace un mes
habría cumplido ochenta años.

En el frío azar de esta noche de junio,padre,
te descubren en mí los ojos de un niño.



II

En mi infancia
mi padre me enseñaba a leer el cielo.

Las viejas estrellas eran Aquiles,
la tortuga, la paloma, el guerrero.

El tiempo fue creciendo
y tanto cielo
siguió allí, intacto, detenido,
pero las figuras de mi padre se perdieron.

Quizás lo acompañen en la blanda
tiniebla de su muerte.
Quizás alguna noche pueda hallarlas
si me es dado releer el mismo cielo.


de Padre y otros poemas,Colección Lectura para encontrarnos, Ministerio de Educación Provincia de Córdoba, 2009




FRANCISCO GANDOLFO (CÓRDOBA, 1921 - ROSARIO,2008)


Un personaje de la ciudad
lo había invitando para que opinase
sobre un  nuevo premio
que acababan de otorgarle

estaban solos en la amplia sala,
él sospechaba que el encuentro se grababa
y aunque el tema no le atraía
iba contestando amablemente sus preguntas

satisfecho por su sobrio elogio
aunque dudando de su actitud,el personaje
le mostró varios cajones de huevos
que acababan de llegar del campo
de parte de la suegra del invitado

le dijo que eran treinta y ocho mil
setecientos noventa y dos huevos

repugnado por la cantidad
y asombrado por la exactitud de su número
le contestó "llévese una docena"
contrariado por el escaso ofrecimiento
desapareció sin saludarlo
y el pensó "claro
hubiese querido negociarlos
para su cadena de supermercados"

quedó solo y con la pesadilla agravada
por la preocupación de tener que transportar
tantos cajones de huevos.

****

El subte que lo llevaba a la tumba
se descompuso y volvieron al centro

él se perdió en la galerías subterráneas
y desembocó en una librería
donde lo estaba esperando
la escritora alucinada
era tan hermosa como la vio en la foto
de esa revista que publicó sus declaraciones
que le elogió por carta

le dijo que ella había hecho descomponer
el tren donde él viajaba
atrayéndolo hasta ahí
como a un robot para resucitarlo

pidió al librero que le entregase
su último libro donde demostraba
que Hitler era un jinete del Apocalipsis

subieron a la superficie en plena Avenida de Mayo
donde le hizo ver la Casa Rosada pintada de negro
y el Congreso en el otro extremo de la calle
tapado con una carpa

lo invitó al bar de enfrente
para explicarle el mito del jinete
y el símbolo de ambos edificios camuflados

allí lo esperaba el personal de subterráneos
que desde el sótano del bar
los condujo a una tumba
donde juntos duermen en paz.
****

Ambos decidieron encontrarse
en casa de la bruja Flavia
para escrutar sus mentes

él le mostró el libro de magia
donde los nombraban
y el capítulo del escritor que ella odiaba
definiéndolo como frívolo

él rechazó esa definición
criticando a ella sus declaraciones
de idealista ofuscada
y sus escritos densos de ortodoxia
interpretando autores dionisíacos
con hermenéutica sacra

la bruja le había servido a él un ponche
que al bebebrlo lo dejó mudo
con un vago sopor en la cabeza

entonces ella pasó al ataque
hipnotizándolo con sus grandes ojos
ampliados por sus lentes

sólo recuerda que dijo
"todos los poetas modernos son esquizofrénicos
incapaces de tomar partido"

antes de desvanecerse
la vio elevarse como una lechuza
y salir volando hacia la noche
a través de la claraboya.


de Pesadillas, ediciones el lagrimal trifurca, Rosario,1990

lunes, 6 de junio de 2011

SILVIA CASTRO ( GENERAL ROCA, PROVINCIA DE RÍO NEGRO, 1968)



el fuego artificial
es un invento chino

como todo lo que estalla
y crece
la Quila es un bambú

su noche está poblada de ojos

ranuras
por donde leer
los labios del reino vegetal

desde Linneo
la clasificación de las plantas
se basa 
en la observación de sus flores

en los bambúes
la escasez de floraciones
dificulta
la tarea de los botánicos

en peregrinación
alzan las copas del saber
para tomar del humo una señal

el incendio ha comenzado

la flor
trabaja el aroma

con el filo del tiempo

han transcurrido sesenta años
la vista se nubla en la Selva Fría

pero la humedad 
nos señala el camino


****


cuando los chinos
inventaron la Patagonia
aún no existía el papel

"hay que poblar la Patagonia"
decían

confundiendo la parte con el todo
la pasta pisó sus propios pies:

"yo soy yo
y también soy ellas"

la mano que empuña el pincel
tomaba de la caña
papel y tinta

como un peldaño quebrado
la tierra fue ganando curvatura

un hilo negro surcó el cielo

****

el viento agita en su mano

las pulseras del vacío

en el cielo de  la durísima lentitud
flotan las cañas de la Selva Fría

la distancia que nos une
se mide en nudos

****
hasta la copa llegan
noticias de las profundidades


la diferencia
entre individuo y población
es una misma especie
se aprecia en la raíz

existe todo un mar
entre Oriente y Occidente

será necesario un corte



de La selva fría, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2006

DOLORES ETCHECOPAR (BUENOS AIRES,1956)



hay un espacio entre mi madre y yo
tiene una piedra
allí encontré al cartero llorando

 ****
 
cuando empecé a escribir 
el poema a mi padre
vino mi madre
me tocó el hombro
no pude verla y seguí escribiendo
el poema del padre
el padre que escribía frente a la ventana
tampoco la vio
desapacible ne la cornisa
ella abrió las manos
soltó el corazón de mi padre
soltó el mío
y no la vimos

****

antes de morir 
mi hermano mayor descorrió
el telón de su ojo de fotógrafo
me pidió que no me moviera
que mirara fijo
con la flor detenida de su vida en mi mano

****
cuando yo tenía tres años
en el dibujo que coloreaba
siempre quedaba una punta
que se salía del contorno
todavía falta volvías a decirme
condenando el defecto
cada vez que te mostraba mi dibujo
(eras mi hermana dijeron)
durante años estuve borrando
lo que se pasaba de la raya
pero fue inútil
vuelve a brotar insistente
perdurable el defecto
aunque ya no hay nadie allí
donde sigues señalando
el defecto avanza por su cuenta
resquebraja los muros
como una briosa maleza
que ya no quiero arrancarme
tengo para él 
otro alimento
otros parientes


de El comienzo, hilos editora, Buenos Aires, 2010