sábado, 20 de febrero de 2010

HUGO FRANCISCO RIVELLA ( SALTA, 1949 )

CABALLOS EN LA LLUVIA


a Jorge Leónidas Escudero



La Poesía es una casa  abandonada
                                        en donde se han refugiado
los caballos y la lluvia,
un niño con una pelota de trapo y una mujer embarazada.
Por ella corren ciudades con trenes que respiran una muerte
                                                                                              secreta
y también
la camisa mugrienta de un hombre sin destino.
Puedo sentir en las paredes de la casa
la música de Bach y la del Cuchi
                     y vestirse de blanco la piedra en el espejo.
El fuego se quiebra.
Los tigres escapando de un durazno.

A tropezones llega la memoria.
se entrega como una mujer hasta ser un gemido.
(Las manos del amante sobre el muslo apenas si resisten
                                                       transparencias).
De pronto,
los caballos salen al patio
                              y la lluvia
                                        se desteje en lejanías.



CABALLO ALUCINADO

a Carlos Maita



Se ha vestido de negro como el último adiós
                                                                     dado a los muertos.
Trotó desde el camino de las lechuzas
hasta la aguada que lo enaceita con alas de topacio.

El caballo es un punto de miel en el olvido.

Se aparea con las nubes,
le da vuelta al corazón de las azucenas
y como si no supiera que se desbandan en la lluvia
traza círculos de fiebre 
cuando cuatreros siderales lo persiguen cielo adentro.
El caballo se ha metido en el verano y tuerce
                                                              su destino con relinchos,
se esconde en el perfil de lo olvidado
y regresa 
a los árboles
                              que en el amanecer se queman sin saberlo.




LLUVIA Y ABISMO




La lluvia es un abismo que cabe en los caballos.
Por la cola,
            los tábanos,
              que hacen irrespirable el verano,
vuelan hiriendo la siesta que se ha llenado de náufragos,
de marinos,
de mujeres desnudas que hechizan los pasos en el río.

Alrededor del agua los caballos hicieron una ronda
y en ella se arojaron enloquecidos,
la lluvia que salpica como gotas que piensan
duda entre ser estrella
                                   o cajita de música
y el abismo
                   que duele como una cuchillada
se resbala
hasta ser un charco en donde se reconocen los caballos.


de,Caballos en la lluvia,La Carretera y otros poemas.Alción Editora.Córdoba.2003.

lunes, 8 de febrero de 2010

RAFAEL FELIPE OTERIÑO (LA PLATA,1945 )




ESTA LEY


Cuando no se puede ir más bajo se comienza a subir :
pregúntaselo al madero después del naufragio,
pregúntaselo al nadador en la corriente,
pregúntaselo al ahogado;
pregúntaselo a la ballena en la mirada de Starbuck,
pregúntaselo a Dante en las tinieblas,
pregúntaselo a Virgilio;
pregúntaselo a la moneda en el lecho del río:parece mirar,
pregúntaselo al arquero que frente al blanco cierra los
              ojos
al guardafaros,al guardavías,al centinela de la torre,
a los que atraviesan la noche negra con el rostro despavorido;
pregúntaselo a los que sueñan y no pueden despertar,
a los que empujan en el desierto una piedra enorme,
al suicida,al miedoso,al temerario,
a los que llegan a la tierra de nadie
y encuentran que en verdad no hay nadie;
                                                            pregúntales,
porque  hubo un día en que ellos tocaron fondo;
ellos plantaron un árbol y lo vieron desmoronarse,
ellos buscaron el sol y lo hallaron caído,
ellos cerraron los ojos y volvieron sobre sus pasos,
ellos se lastimaron un hombro,
ellos vieron leviatanes ensuciando su saco y su almohada,
ellos fueron más lejos:
vieron la rosa desprenderse del tallo;
                                                   pregúntales,
porque conocieron primero esta ley de la gravedad a la
                levedad
y ahora son libres.


UNA PALABRA



Para decir:piedra,
pez,viento,paloma,
tuve que vivir.
Para nombrar a un barco,
para decir:estela,
horizonte de mar,bahía,
tuve que vivir.
Para virar,
para guiarme por las estrellas,
para seguir un rumbo fijo,
tuve que vivir.
Para señalar el Norte,
para enviar un mensaje
-hermosos días,hermosas noches-
para esperar respuesta
para saber esperarla,
tuve que vivir.
Para decir caballo:mi caballo.

Todo debió pasar
por mis pies,por mis manos,
tocarme,golpearme,
penetrar mi piel
como el lento acoso de una fiera.

Para afirmar:"-este es el aire
y el fuego",
"-esto lo líquido y lo sólido",
y que aire,fuego,
líquido,
sólido,
desnudaran su corazón de medusa,
su confundido aroma,
tuve que vivir.
Más allá de todas las tentaciones,
por encima de todas
las preguntas
tuve que vivir.

Para decir una palabra,
para decir una sola
palabra,
la primera palabra 
y la última,
para que naciera esa palabra,
tuve que vivir.


LA CUOTA DE NADA


No se debería abandonar una ciudad:
se llena de fantasmas.
Los que estaban y no se dejaban ver.
Los que llegaron luego.
Los que se aprestan para vivir.

Las calles se cubren de un musgo espeso
que tú,que allí has vivido,
no deberías ver.
La mano traza figuras cada vez más débiles
en los muros.

Es como ver lágrimas.
Algo que acaba por caer,
pero penetra muy hondo y allí se queda.
A esa partida,algunos le llaman suerte,
otros,destino.

No deberías decir:yo no soy ése.
No deberías decirlo.
Volver,si puedes,cuando amenacen quitarte
la parte que llevas dentro.
La cuota de nada que te pertenece.

de,Lengua madre, poemas (1990-1995),Nuevo hacer,Grupo Editor Latinoamericano,Buenos Aires,1995