martes, 10 de julio de 2012

HUGO TOSCADARAY (BUENOS AIRES,1957)





La huella de Robinson



En el ojo demencial de la luna.
En los huecos del aire.
En el erotismo de la flor del saúco, cuando abre.
En el eco de la rotación,
inaudible para nosotros pero atronador para los oídos del cosmos,
de este lugar que llamamos mundo.
En el insecto.
En las llamaradas del crepúsculo.
En el paraguas arrasado por el viento.
En el polvo garrafal de las matanzas.
En el sudor que atraviesa el pan de la frente.
En la cuna incendiada de los remordimientos.
En el diente partido por el hambre. O en el labio, por la sed.
En el timbre que anuncia el final de las cosas.
En la mentira de la felicidad.
En el animal sorprendente que acecha en el silencio.
En el ademán tardío y aquello que se aleja.
En la insoportable fragilidad de los pájaros.
En las campanadas de la vanidad.
En Dios, humillado y sus renuncias.
En la opacidad del vino que traga el olvidado.
En el grito sin lengua.

Así busca el poeta. Despojado.

Como Robinson
intentando adivinar su olvidado rostro
en el caparazón de una tortuga.




Taller de madrugada



La poesía es una catedral morada por lobos,
erigida en el desierto, entre el abismo y la furia.
Es el ojo bestial que atraviesa templos y mercados.
Es en éste orden: atalaya, usina y alambique.
La poesía es la quinta pata de todas las cosas.

Tiene largas piernas de watussi con las que recorre, inagotable,
las cornisas del planeta.
Tiene lengua de dragón, para palpar -aún en la más grande oscuridad-
la miel en la boca de la sunamita.
Pero tiene también un rumor oceánico para hundir cárcel o neblina
u otras dictaduras.

La poesía es el oso polar que alienta el blanco.

Es un caballo de alcohol, que cruza –infatigable- por un país de zinc.

La poesía es la quinta pata de todas las cosas.


La lluvia y los milagros



En su infinidad cae la lluvia.
En espléndida metralla.
En insectos de plata que saltan del panal roto del aire.
En órbitas suicidas.

Cae la lluvia sobre el sueño de los lagartos.
Sobre el maderamen de los puertos abandonados.
Sobre las mariposas ciegas del crepúsculo.
Sobre el pan de las guitarras.

Fumamos y fumamos aún bajo el diluvio
y el guerrero que sopla en los pulmones
se nos apaga lentamente.
Sin embargo, avanzamos.

Dentro,
todos llevamos una selva.

La lluvia la ilumina.



Los trabajos de la noche

 

Sobre los tejados.

Sobre los gatos que copulan en los tejados.

Sobre la boca y esa mano que sofoca el llanto.
Sobre los huesos del que martilla el hambre.
Sobre el insulto y el golpe.
Sobre los cuerpos que se retuercen y aman.
Sobre la espalda del que rema en el engaño.
Sobre el himno de gloria de los ebrios o su derribo.
Sobre el orín del sentenciado en el zapato del verdugo.
Sobre la fiebre de quien batalla en los papeles.
Sobre la tiranía de los abandonos.
Sobre el ladrón de canillas y sus mínimas audacias.
Sobre el brillo ilusorio de los burdeles.
Sobre los barrotes y el que los maldice.
Sobre las uñas partidas.
Sobre el perro que apura su sed en la lágrima de la oscuridad.
Sobre la frente del que se arrodilla ante el hallazgo.
Sobre la soledad y sus baldíos.
Sobre la ciudad
crece la luna con sus guantes amarillos;
crece la luna con su máquina de plata;
crece la luna y en el silencio,
escribe.



del libro inédito  UN CABALLO CON UNA OREJA AZUL , 2012

1 comentario:

  1. Excelente poetica la de Hugo. Vislumbra, alumbra solemne y febrilmente...
    Gracias por estos poemas.

    Ev Arroyo

    ResponderEliminar