ITACA
Acaso no haya reino
para nosotros,sino sólo
una muerte dada al cuerpo
y olvido para el alma.
Sin embargo,la ciudad
permanecerá.Seguirá habiendo
mañanas luminosas,
malvones como puntos
de sangre en las ventanas
y humedad
depositada en los techos.
Existirán panaderías,escuelas,
mercados,un cinturón
dorado de maizales
y el río.Se verá gente
por la calle - todos
al cine - y las mujeres
más hermosas de la Tierra
caminarán sobre el polvo
del pasado
imaginando la leyenda oscura
del origen de las cosas
y del mundo. Y los libros
al fin serán abiertos
por bisnietos del amor
en una plaza,bajo
los plátanos sagrados
del otoño.
DESPUÉS
No tenderé consuelo.Quedan jazmines
rotos en la noche y la lluvia feroz
del otoño sobre los techos.Alguien
no está.Esa ausencia es el mundo.
MOCASINES
Esa muchacha
que se ataba los cordones
en el medio
de la calle peatonal
bajo la luz resplandeciente
de julio - inmóvil
entre la gente,
como una piedra en el agua -
tenía los ojos fijos
en el empeine
del pie derecho:no
me vio,yo
vi.(Acaso
estaban los cordones
en el centro exacto
de la mañana:
¿dolía más que el mundo?
¿Vivía?¿Elaboraba
el final,justificaba
la ignorancia de mis labios?).Seguí
caminando lentamente
entré en la soledad.
Al salir,
ya no estaba.de La única ciudad - Antología de la poesía de Rosario- Selección y prólogo Eduardo D' Anna- Homo Sapiens Ediciones - Rosario- 1994
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