Así
como otros aman el desnudo
y lo dibujarían para siempre,
así amo yo la sed de las
palabras
tras el encanto en fuga
Ricardo Herrera
en la condición de invierno darle
a la suma su posibilidad de resta;
la inversión expuesta demostrará
que no hay ni habrá jamás justicia boreal;
si se vive cerca del mar -no más allá
de lo que equidistan cien millas-
y si se deja que el ojo sueñe
por ahora con la ilusión de la nube,
puede que la piedra comience a rodar
esta vez hasta la cima, que el aire
se llene de ambiciones superfluas,
o que la puerta se deje
para siempre entreabierta
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porque en la sombra del viento
es como un otro el que empieza
a jugar con las palabras
- como si fuera un muestrario
medieval de aromas,
y desde afuera asoma
todo aquello que presta,
que devuelve o dona
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ayer descendí una rama más
de mi árbol genealógico;
pagué con pitanzas de segunda
al más joven de los turiferarios;
volví a dar otro giro a la noria,
dejé que el agua lavara mis pies;
en exacto equilibrio entre azar y necesidad;
dejé puesta la mesa para quien
llegase desde un tiempo profano;
desperté en la aldea de siete piedras
creyendo que huía hacia otra ciudad
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dicen que la huella de lo que ocurrirá
ya está presente en lo hoy deseamos
abolir de raíz - que sólo al inicio
de todo se conoce el diagnóstico
de la enfermedad; que se comienza
a viajar sin atender al medio de transporte;
que cada uno a su turno volverá a regar
su fanega, a ordenar de nuevo la casa,
a apartar de un solo soplo
las cenizas del umbral
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sugerir a otros, desde los andamios
más altos, lo que nunca se llegará a ser:
esperar, como en el arte, del observador
una complicidad extrema;
o bien una mezcla de las dos:
opciones con acentos agudos
en lo infinito del átomo
o en lo lejano de la estrella;
a menudo se es sólo
la conciencia de las ropas
que ya no se van a usar
de La experiencia Proust (inédito)
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