a Ettore, il mio amico
En la escollera, las cañas anuncian
algo siempre inminente. La espera
del pescador sucede al primer pez.
Parece mentira, pero
lo que ya sucedió es lo que se espera,
aunque no vuelva a suceder.
La metáfora nos tienta y te preguntás
si no será una exageración que cada acto
de nuestras vidas signifique algo más
que lo que pasa. Las cosas están ahí
y el dedo que las muestra no es “las cosas”.
Tironea debajo y se resiste una corvina
de esas que pesan más en las manos
del pescador que en la balanza.
Se sabe que es corvina antes de que salga,
hasta antes de que elijamos la carnada.
Luego, puede repetirse el truco,
el anzuelo, la tanza, la plomada.
Pero el pez no vuelve a picar
y tal vez no vuelva a hacerlo.
Con esa incertidumbre, se prende el farol
y miramos cómo oscurece.
EL IGNORANTE
Nunca sabremos realmente por qué
hemos vivido. No alcanzan las palabras.
Sobre el mismo mar se levanta el sol.
Ante el mismo mar
un mediodía, alguien se para en la costa
y mira. Sólo eso y nada dice. ¿Qué espera ver?
Mirar no es ver sólo esto que se muestra,
ni siquiera lo que existe. Las olas hablan
de regresos largamente olvidados,
a veces sin que nadie haya partido.
Una gaviota y un poste de luz parecen
ser el centro del universo. A su alrededor
la circunferencia de tu ignorancia
es como ese pescador y su caña,
una eternidad demasiado larga.
Hubo muchas veces en que creíste
haber nacido para algo. Fue esa fe
la que te empujó a decisiones definitivas.
Pero el resto lo decidió
un puro instinto de felicidad
acontecido para ser superado.
ERROR DE CÁLCULO
Este jardín quedó abandonado,
incompleto e incomprensible
como una mentira que se olvida.
Jugabas ahí con la codiciosa hormiga,
con sus veredas cavadas llevando
a la espalda el peso de un elefante.
Lo que en su lugar dejó nada
puede llenarlo, aunque pensés
que bien pudiera no haber existido.
El rosal, la camelia y el espectáculo
de los misteriosos tomates,
el pulgón y la paciencia de la araña.
No sentías la fiebre cercana,
el absceso que la vejez prometía.
Un granito de arena en la uretra,
una arruga, una carie, un silencio
en medio de una charla y por último,
un bisturí contra el cáncer.
La distancia en sí misma
entre lo que fue y es toda una vida
parece un error de cálculo:
el trazo recto de una voluntad
con su centro en todas partes
y su circunferencia en ninguna.
Tus esfuerzos fueron inútiles
y lo único cierto fue lo que no tuviste.
De este cúmulo de dudas, exaltaciones
y desánimos ante lo hecho, inmodificable,
un alivio te queda al menos: una línea
escrita con el corazón,
una intimidad cumplida.
de Pasiones de la línea, Ediciones en danza, Buenos Aires, 2008
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