la suerte del que come
un pollo salta
va dejando sobre la arena
el rastro de sus tripas
la sombra tibia de los órganos
que insisten
cada paso lo ahueca
cuando queda vacío
huesos y plumas
cae
sobre otro pollo rendido
en un rincón del gallinero
con la cloaca del ave
todavía entre los dientes
el perro se relame
no conoce la suerte del que juega
con la comida del amo
un entierro
todas las noches
encerrábamos a los charitos
en el gallinero
una mañana cedió el tejido
y un revoltijo de plumas
se nos pegó a los ojos
en el patio de la capilla
enterramos los huesos
las patas los picos
hicimos guirnaldas de flores
sobre las tumbas
clavamos cruces
de varillas y alambre
las manos cubiertas de ampollas
rezamos
lloramos
más tarde sacamos las cruces
y las usamos de espadas
y el cerdo se hizo carne
hay que hervir la grasa
durante cinco horas
revolviendo en círculos
sobre el tablón
separar lo que se come
del sebo
de los nervios
de los huesos
la carne no asume
su condición
resiste
todavía entibia la hoja
el que corta
no piensa
siente cómo se enfría
un parpadeo
y el filo desconoce
en la mano
se mezclan la sangre
del hombre y el cerdo
las mujeres no piensan
meten en la picadora
exprimen
empujan
manipulan lo sólido
no hablan
ablandan
y el mate pasa
de mano ensangrentada
a boca sin machas
de mano engrasada
a boca sin dientes
y la picadora da vértigo
si un dedo cayera
lo blanco sería rosado
el dedo chicharrón
el chasquido de la máquina
las vísceras se hinchan
en las gallinas
los chimangos y los perros
el embudo encauza el instinto
las mujeres rellenan
las tripas
recobran su erección
una mano oscura
se hunde y mezcla
la grasa la sangre
la carne de cabeza
hay que revolver
en círculos
durante cinco horas
para derretir
el hombre que revuelve
no piensa
mira las burbujas
y fuma
en algunos lugares
las cosas son simples
la carne se corta.
del libro,carneada,Alción Editora,Córdoba,2007.
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