miércoles, 24 de marzo de 2010

SILVIO MATTONI (Córdoba,1969)


Ovidio


Veías las pesadas telas rojas,cayendo
hasta el piso,donde restos de comida,cáscaras
destrozadas,huesos,rasguñaban las plantas
desnudas de mis pies.En los reclinatorios
dorados,manchados de grasa,no había,por supuesto,
nadie.Un rectángulo de luz naranja,la ventana
detrás del bermellón de las telas,que lograran 
retrasar la mañana,estirar la fiesta,incluso
hasta después que los cuerpos hubieran desistido.
Sentado en esa sala,vacía pero llena
de huellas,aun sin frío,removí las brasa,
encendí el fuego en el rescoldo,tenía puestas
unas ropas de piel como los bárbaros.Cuando
un esclavo silencioso,que venía a limpiar,gritó:
¡un ladrón! Y mi espanto,al sentir los murmullos
de la casa y una condena segura,me despertó.Estaba,
sí con pieles,en el invierno helado de mi exilio,
ya van tres años,en el Ponto.Aquí no tengo
a quien contarle que esa fiesta pude vivirla
pero perdí,junto con Roma,la memoria,llevada
por el duro Danubio,que sin embargo congeló una parte
en mi sueño.Yo mismo hablo conmigo y repaso
las palabras inusuales. Si no conocen ni el más bajo
latín,entonces qué dirán mis versos,si bien toscos
no dejados del todo por mi ingenio.¿Qué más podría hacer,
solo en estas playas desiertas,o qué otra ayuda 
intentaré buscar a mis males?Quiera el César
mitigar el castigo de mi error,enviarme a algún exilio
menos penoso que éste.Que estos versos me ayuden.




Catulo


Muerto el gorrión de Lesbia,trabaja el poeta
sin terminar,teme las hábiles palabras,busca
exactitud,belleza y claridad en la sombra
de la cámara donde ella se acerca y lo llama.
No vayas todavía,veronés,ya salen esos versos :
"Está muerto el gorrión de mi nena
que ella más que a sus ojos amaba".
Lesbia se acuesta, ansiosa, se distrae
acariciando el cuerpo del eunuco,escanciador de vino,
burlándose sin risa,de las frases que el amo se repite.




Más allá del Rin 


Oscuro es el país lejos de Roma
sin amigos,sin habla,apenas
recuerdo como gastar estos papeles escasos.
Pero silban los árboles en el idioma
de los bárbaros,y el cielo,
aún en el desorden de sus fiestas, acude
concediendo canciones y sonrisas torcidas.
Ahora,nadie puede leerme,sin embargo
a unos ojos brillantes me dirijo,recuerdo
innumerables rostros familiares,dispersos
sin llegar a formarse en el deseado.
En cambio,a veces,en las noches,
negras figuras dioses aparecen sonriendo,
casi nunca comprendo y puedo entonces alcanzar el sueño,
pero a menudo una palabra
sale de la hendidura luminosa de sus labios,
y lloro no sabiendo su sentido,
acaso sea el exilio,la muerte o la ignorancia.


de El bizantino,Alción Editora,Córdoba,1994









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